martes, 26 de agosto de 2014

Los nuevos autores de Ambito nos siguen sorprendiendo!!!!!


                                          LA AMADA QUE ÉL... SOLO VEÍA


                      Cuento de: Alberto Chara
                                                    4° Premio 2010
Centro Cultural del Tango Zona Norte
                                       Academia correspondiente de la
Academia Nacional del Tango


      Don Roberto había pasado los ochenta años y seguía siendo un
buen mozo de ley, un  hombre seductor pero jamás atrevido; un
tanguero capaz de lustrar el piso del salón de baile, sin utilizar una
sola gota de cera. Su voz pausada y melodiosa, interpretaba palabras
adornándolas con bonitos adjetivos, que hacían sonreír y a veces
sonrojar a las damas del vecindario.
      Roberto era un piropeador de alto vuelo, las vocales y
consonantes jugueteaban en su imaginación y se amalgamaban
armoniosamente, cuando alguna vecina lo arremetía con su mirada.
      Hacía quince años que había enviudado y seguía siéndole fiel a
Cecilia, su amada de toda la vida; para Roberto el piropo era un juego
divertido que lo alejaba de la soledad, de los almuerzos y cenas con
una sola copa de vino y de los paseos nocturnos hablando en silencio
con Cecilia, la amada que él solo veía.
      Roberto tenía un piropo para cada ocasión, el de la mañana era
distinto al de la tarde y el de la tarde al de la noche y la unión de
las palabras que jugaban en su biblioteca cerebral, dependía de la
mujer elegida para piropear.
      Roberto tenía almacenado en un viejo cuaderno de tapas duras mas
de dos mil quinientos piropos, pero su preferido era el que día tras
día le había susurrado a Cecilia, la amada que él solo veía. Un piropo
que jamás se lo dijo a otra mujer, un piropo que Cecilia había
titulado... el piropo galante de mi amado esposo.
      “Dime tu nombre bella mujer, que quiero pronunciarlo aún cuando
tu no estés.”
      Ya era muy entrada la noche y Roberto encaminó sus pasos al
dormitorio, acomodó las dos almohadas, se acostó y le susurró a
Cecilia, la amada que él solo veía... “dime tu nombre bella mujer, que
quiero pronunciarlo aún cuando tu no estés...”



                                                                                                         Alberto Chara

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