de Patricio Massa
Roñoso ¡!!! Piojoso ¡!!! Te das cuenta lo que hiciste ¡!??
Los dichos disparados con bronca, acompañados con furia dibujada en el rostro, hubieran quedado ahí. Pero el trompazo que tiró el Bachi al Güido fue motivo suficiente para que empezara algo que marcaría por siempre mi destino.
Para que ¡!!! El tano reaccionó y tiró un manotazo, que embocó al mentón del Orlando que no tenía nada que ver…..y fue para peor….conociendo que tenía pocas pulgas, se defendió…primero con un insulto… Narigón y la Put.. que te par… ¡!!! Y después descargó una serie de golpes de karate, que había aprendido mirando por la ventana del tuichi que tenía su academia detrás de su tintorería.
Que pasó ¡!!! No sabíamos bien el motivo del quilombo; salió de la nada misma.
No podíamos quedarnos a mirar…. había que sacar manos y meterse en la trifulca….que solo paró un momento por la intervención del Doctor Perticone, pero nos corrimos dos veredas y la seguimos.
En la barra, cuando la cosa era entre los grandes, nosotros los más chicos no podíamos intervenir así como así; había que tener…..algo más que ganas...
Sabiendo quienes éramos los pibes del barrio…donde vivías…quienes eran tus viejos… estabas obligado a otorgar un plus... cómo la elección de una divisa futbolera, o una causa política, se te mide por el modo que actúas y la decisión que tomas cuando elegís (de qué lado estas).
Y no es por presumir; pero las exigencias para conmigo eran superiores, a las del resto. No era lo mismo la participación del Conejo o del Bocha o del Pichi o el Baboom, que la mía. El Fabi, era una cosa…que no se…pero cuando se armaban los despelotes él nunca estaba, pero después te los contaba con lujo de detalles…
Si bien yo no era grande de talla, y en edad varios estábamos parejos a los otros pibes, el resto estaba eximido de encolumnarse detrás de uno o de otro.
Para armar el equipo (en realidad ya lo teníamos armado), los más grandes los “tenían” en cuenta, para llegar a la cantidad necesaria. Pero a la cancha entrabamos siempre los mismos, no solo por la confianza en el juego, por aquello de entenderse bien con la pelota ya que todos tenían buen pie, sino porque había que poner en la cancha a aquellos que no arrugarían en el momento que, seguro… pero seguro, había que meter la patita o entreverarse a alguna trifulca, y ahí no podías defraudar…
Y ese día, no es que la intervención del tordo dio por finalizada la contienda. Nos corrimos una vereda y la seguimos.
Lo que nos llamó la atención, que el tordo, se quedó en la vereda, con una gamba apoyada en la pared fumando un faso y tomando mate con los padres del Bachi; porque a decir verdad, las veredas estaban los padres, sentados en las sillitas de mimbre tomando mate, o arreglando el jardín.
El tordo, tenía el consultorio en la casa del Bachi. Tenía puerta de entrada independiente sobre la calle San Pedro, del otro lado de Campichuelo, en la parte recientemente asfaltada; la confianza que le tenían hacía que se mueva por la casa, como un integrante más de la familia. Así que estaba acostumbrado a estos quilombos.
En más de una oportunidad, se nos fue la pelota por la ventana de su consultorio, mientras él estaba atendiendo. Siempre con una sonrisa, era como un padre más, nos devolvía la pelota por la ventana.
Tal vez sea por eso, que cuando se armó aquel día, a nadie le llamó la atención, sino era por el elevado tono de los gritos, y porque eran solo dos los contendientes, sino que la trifulca adquirió dimensiones de proporción.
Ya con el Güido, yo había tenido un altercado, y eso que yo era el más chico; pero igual le hice frente, a pesar que perdí por puntos…pero gané en prestigio por habérmela bancado.
No llamó la atención entonces, que en el momento de iniciarse el despelote, yo me encolumnara detrás del Bachi; si bien las razones eran obvias, también es cierto, que sabía que el Bocha y el Conejo se iban a poner del lado del Güido, y tenía serias intenciones de aclarar algunas cosas con ellos…
Al que le tenía desconfianza era al negro Juan; imagínate…me había embocado un gato, que llame JUAN en su honor, pero termino siendo gata, y encima tuvo 9 crías…
Se había agarrado a trompadas con el Gustavo en el campito, y era pesado, casi cargoso…molesto, porque sabía que dominaba con su presencia, sin necesidad de hacer ni decir nada.
Todos estábamos atentos, porque si el negro se ponía de un lugar, lo iban a seguir el Orlando (pese a que estaba de manos con el Güido, era amigote del negro) y otros tantos más…
Así que la pelea podía ser un tanto despareja…y como te digo…no podías arrugar…menos yo…
Estaba jugado. Que pase lo tenga que pasar.
Te juro. Si quisiera exagerar no me dan los números; porque detrás del Bachi, conté a Gustavo, Jorgito el Chileno, y Yo. Luis de Don Ovidio y Doña Conzuelo, no se metía en estas cosas, y lo dicho, al resto de los pibes, más chicos, ni los teníamos en cuenta…
Así que cuando nos corrimos dos veredas, se puso oscuro como tormenta del norte…puso feo…muy feo…
Don Jiménez, se acomodó en el umbral, porque era un acontecimiento único el que estaba presenciando.
El Papá de Raulito y de Marito, dejó la losa que estaba haciendo, y asomó la cabeza por el tapial…
Don Ovidio, lo miraba desde la terraza.
El Doctor Perticone, bajó la persiana…los vecinos que estaban tomando fresco en la puerta, entraron los silloncitos de mimbre…y para cuando las comadres empezaron a gritar…Empezaron los trompazos
Estábamos todos bien afirmados, porque no hubo corridas. No había lugar para insultos, porque si te distraías, te comías una mano.
Pero en un momento cuando lo tenía al conejo agarrado del cogote, y no corría riesgos de comerme un bife, me iluminó el Espíritu Santo.
En la barra, recibís los sacramentos de la vida, y parece que ese día fue el Pentecostés de nuestra esquina, y en el pensamiento se me aparecen las imágenes de porque estábamos cagándonos a trompadas, y no encuentro un solo motivo…
No estábamos jugando a la paleta; tampoco a la pelota; no estábamos sentados en los escalones de la esquina de la casa del Luis… Repasé cada imagen como quien edita una película, y no encontraba el evento iniciador… hasta que lo vi…
Epa ¡!! A la mierda ¡!! Y esto ¡!??
Todo me fue más claro; pero llegar a esa conclusión no me salió barata.
Porque cuando volví en mí, el conejo se me había zafado y me había metido un par de cortitos, que dejaron evidencia en mis pómulos, que me permitió escuchar claramente la puteada del Bachi que me reclamaba porque carajo me vengo a colgar justo en este momento
Con lo que me queda, le hago una mirada…como “después le explico, tengo todo claro”
Esas señas fueron observadas por el resto, y como quien descubre que tengo el as de espadas, el de Bastos y el siete bravo…se fueron al mazo…
Un milagro ¡!?? (Pensé para mis adentros); pero no. Estaba relacionado al evento iniciador, que capté casi imperceptible repasando aquellas imágenes.
Paso que nosotros éramos de la Sociedad de Fomentos Mar del Plata. Una de las tantas de la zona. Pero la verdad, es que te movías por todos lados; eso sí, respetando los códigos barriales. Si jugas de “visitante” tenías que pisar más fuerte todavía, porque si querías ganar una mina, no solo tenías que tener chamuyo…
Entonces, lo que había pasado, fue que en el Baile de Carnaval del último sábado, se habían roto aquellos códigos…esas cosas son sanguíneas…se cobran al contado…
Para peor, los de la Calle Formosa en esta ni siquiera tuvieron nada que ver, porque los que venían del Barrio Sarmiento, pasando la 9 de julio eran los más pesados que pudieras haber conocido…y la cosa fue con ellos…
Ahora se comprende el porqué de la reacción del Bachi; tenía que ver, con un reclamo al Güido. Reclamo que estaba asociado a perder el fuero de esquina que tanto cuesta obtener y sostener; porque el muy boludo del Tano, se quiso hacer el bonito con una mina justamente del territorio de los flacos del Barrio Sarmiento… y lo hizo en nombre de nuestra Barra. Nos mandó al frente ¡!! Literalmente nos condenó a muerte. TODOS sabíamos que nos iban a venir a buscar, porque estos tipos, cuando resuelven un entuerto de esta naturaleza te encaran y exterminan la existencia de los miembros de una barra.
Por eso lo vi cuando estábamos en medio del despelote. Porque no entendía muy bien lo que estaba pasando, y porque en ese caso, teníamos que estrechar filas, para cuando estos flacos aparezcan….y aparecieron…en ese mismo momento…
No fue mi seña la que suspendió la pelea. Fue la aparición de estos…que eran como 50…
Listo. Se terminó. Pensé en salir corriendo. Lo admito. Porque miré a la puerta de mi casa, y calculé no solo la distancia, sino la cantidad de obstáculos, personas y demás que se interponían en mi camino, y aunque lo hubiera querido, no llegaba. Ni que decir, si en la carrera alguno te llega a alcanzar o agarrar…porque es peor… no la contas más…
Por lo que decidí, una vez más hacerle frente a la situación y quedarme, y a juzgar por la gravedad, era lo peor a lo que me había tocado enfrentar, después que el Doctor Perticone me tiró el Cuerito…
No teníamos manera. No había modo de zafar.
Hasta que…viendo la falta de equivalencias, el grupo visitante decide resolver la ofensa, con una pelea mano a mano, con un representante de cada barra.
El propuesto por los integrantes de mi esquina fui yo… La puta madre…y ahora ¿?? De que me disfrazo. Lo más seguro es que me coma la paliza de mi vida.
Pero…ahí…el milagro otra vez. No me quedó otra que creer que ese día era nuestro bautismo con el Espíritu Santo, porque ellos proponen al Pedro Acevedo… y al menos tenía una oportunidad. No muchas. Pero con una me alcanzaba.
Y así fue nomás, porque no alcanzaron a armar la ronda, que oficiaba de ring, que ya lo tenía puesta de espaldas al Pedro, sin necesidad de tirar un solo golpe.
Cada vez que se quería zafar, lo apretaba contra el piso, y le hacía sentir el rigor de los 60°C que gozaba el asfalto recientemente inaugurado…
Se fueron por el mismo lugar donde aparecieron y hasta que me mudé a fines del ’77 nos los he vuelto a ver.
Desde aquel Día, el Güido me alcanzaba en su bici, hasta donde yo tenga que ir. No importaba la distancia.
Don Jiménez no tomo más después de aquel accidente. Pero ese día, alivió sus labios con una copita de mistela…
El Doctor Perticone me dejaba solo a mí, pasar a buscar la pelota adentro mismo de su consultorio…
Don Ovidio, le hizo la escalera a mi Abuela y el Papá de Raúl y Marito era Hincha incondicional mío en cada partido que jugábamos.
Había sido ascendido a la categoría de intocable y mi Mamá no me dejaba ir solo del otro lado de la 9 de Julio…
Por años, estuve pensando y pensando en todos ellos.
Nunca me fui y jamás termine de volver…
35 años después…regresé a caminar aquellas calles…con miedo de no encontrar mi esquina como era…
A sabiendas que el progreso es voluntad del tiempo, te juro que se me paralizaron los sentidos cuando pasé por el lugar de aquella pelea…
Evidentemente algo místico pasó aquel día…te lo dije ya…porque en la misma vereda donde lo tenía agarrado al conejo, en la misma calle donde lo doblegue al Pedro, hoy se levanta erguida una Iglesia…
Me llevé la mano al corazón… (Hoy late un tanto caprichoso)
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