El
perro, Hombre de expresión itinerante, hizo saber su descontento.
Afirmado
en la puerta, con el pucho a medio consumir en el costado de su boca, espetó
aquello chamuyando de costado, con el ceño fruncido y mirando seriamente a los
ojos.
Ese
era su estilo. Ocurre que había sido molestado insistentemente, en el café,
aquel día, cuando el Tero durante toda la noche, lo buscaba para sacarlo de su
postura.
Se
envalentonó mal el perro, y encaró con la firmeza de los guapos, a definir lo
que él consideraba un pleito.
El
perro, había ganado su considerada fama y apodo, por la docilidad de su
carácter…
Radical
políticamente hablando, supo instalar su idea, entre las huestes peronistas, y
era respetado por su aplomo al momento de expresarse y defender su idea.
La
verdad es que el tipo era un cabrón de pocas pulgas. Amigo de sus amigos, tan
sincero como gordo, su panza salía de su camisa, siempre suelta, con los
primeros y últimos botones desabrochados. Su andar era el de un habitante de Parque
Jurásico, y tenía paradas como los bondis, razón por la cual un recorrido de
100 metros lo hacía en 2 horas…razón por la cual, su calzado siempre cómodo y
con los cordones flojos.
Si
te elegía como amigo, era un compañero de fierro. Si te situaba en la vereda de
enfrente, era un contrincante de los de cuidado, medio jodido, porque tenía
ascendencia entre sus compañeros, y le otorgaba un sitio de privilegio, más cuando el manejo de
su gramática discursiva te envolvía, como una anaconda, y te asfixiaba.
Pero
aquel día, algo quebró su habitual aplomo y lo dejo notar. No se desestabilizó
por el contrario, mostro la faceta más profunda de su personalidad.
En
realidad, el Gordo era un Buenazo, que se escondía en esa postura que le daba
algunos beneficios, pero también le traía algunos dolores de cabeza, que
encontraban contención en su familia, que era tan nutrida como el, ya que el
Gordo, tenía 7 hijos, y una compañera, como el solía aclarar, ya que no estaba
casado con la Bendición eclesiástica. La gringa, era una exiliada rusa de los
años ’50, un tanto mayor que el gordo, con una cultura de trabajo, muy
concentrada por las obligadas tareas comunitarias detrás de la cortina de
hierro, que imponía el régimen leninista, a muy temprana edad, la gringa, había
conocido la dureza del trabajo en la estepa siberiana, y aun así, no melló su
genética de género, y maduró un madraza de aquellas, y criaron con Miguel, los
chicos, que eran su orgullo, y es por eso, que cuando pasabas las noches con el
Perro, solía contarte como estaban y que hacían cada uno de sus hijos. Alguna
vez, llegó a leer una carta de su hija mayor, que le reclamaba a su padre, algo
muy íntimo, delante de todos nosotros, y se emocionaba porque se ve que le
ponía los puntos al gordo.
El
Tero, era Pepe; un taita de los que ya no abundan; bancaba la parada solo, y se
le animaba a quien sea. Un Pesado, pero……PESADO de verdad. Había anécdotas de historias
épicas, que lo tenían como protagonista, de epopeyas malevas, donde parece que el
tipo, le partió la mandíbula a un patovica, que no lo dejaba entrar a una
reunión de secretarios generales de Gremios, siendo el delegado quería ingresar
al salón, y se plantó de manos, y parece que lo durmió de una sola mano.
Ambos
eran de barrios pesados de la provincia de Buenos Aires y tenían mucha
distancia en viaje, razón por la cual, muchas veces, se quedaban a dormir en el
laburo, porque la vuelta era riesgosa.
Se
tiraban en algún pasillo o en un banco del vestuario. Tenían pelotas, y se
bancaban lo que venga. Esto hacía que nadie les diga nada, y cada día que
pasaba, ganaban más prestigio y ascendencia entre los compañeros.
Pepe,
el tero, tenía una parada que inspiraba respeto, pero a los pibes de entonces,
los nuevos, nos adoptó como tutor, razón por la cual, pasó a ser “El Pá”
(apócope de Papá), y el Gordo Fue reconocido como “el Tío”.
Eran
de personalidades antagónicas, y si bien duraron muchos años juntos trabajando
en la misma guardia, haciendo turnos rotativos, sembraron las diferencias a
partir de sus relaciones, como para dejar en claro que uno no tenía nada que
ver con el otro, pero como suele pasar en estos casos, uno dependía del otro.
No podían ser uno sin el otro. Un verdadero génesis de las antinomias
futboleras y políticas. El Gordo era Radical, Pepe era peronista de la lista
marrón como siempre dejaba aclarado. Era peronista medular, como el gordo era
radical y no solo desde la esencia, sino que era el único entre las huestes
peronistas que manejaban el gremio; pero era tanto el respeto que se había
ganado, que cuando el gordo hablaba en una asamblea, se hacía un silencio
único.
No
hablaba boludeces. Planteaba aspectos en rigor, más que interesantes para los
compañeros; manejaba la ironía, con el mismo filo que un bisturí, y si alguno
se atrevía a oponerse, se comía una gastada de dimensiones impresionantes.
Pepe,
era más prepotente; lo respetaban y le temían por aquellas historias, que él se
encargaba de agrandar, cuando entraba a la asamblea en cueros; tenía un lomo intimidante,
y con esa actitud, mentón elevado, cabeza erguida, y un par de patadas al
entrar, siempre solo, sin guardaespaldas, intimidaba su presencia, y el sabiéndolo,
se plantaba desafiante, y al hablar, también su palabra era escuchada, pero a
diferencia del gordo, no usaba la ironía, sino que enseguida, tiraba un par de
manos, o algún cachetazo, que ponía en su lugar a algún desubicado.
Con
esta ventaja, los más jóvenes, habiendo sido adoptados por estos monstruos,
pasamos a ser, sus protegidos.
Por
eso, cuando el Perro, afirmado en su convicción, respondió como respondió,
todos comprendimos, que no había vuelta atrás. Para otro, tal vez, hubiera sido
muy poco. Otro tipo de persona, seguramente, hubiera empleado otro vocabulario;
pero el perro…. Encima, cuando tenía el pañuelo en el cuello, el faso a medio
fumar a un costado de la boca, en el extremo de una de las comisuras, su gorra
con la visera corrida a un costado, y sentado con el respaldo de la silla al
frente….era síntoma que la cosa esta re jodida.
Para
peor, era una pseudo asamblea, donde se estaba tratando entre los compañeros,
como se organizarían con los turnos de trabajo; ocurre que algunos querían
sacar ventaja, y el Perro, que vivía en Josepa (apócope de José C Paz), tenía
un tirón de viaje y de tiempo, donde le insumía un tren y dos viajes en
colectivo, que venía haciendo desde hacía 22 años…
Pero
al momento de responder, cuando le preguntaron si le jodía el diagrama que
habían improvisado, el Gordo, se calentó fiero. Cómo…!!???? Nadie piensa en mi
¡!??? Claro…. Total yo estoy más cascoteado que lechuza nidera…
Y
no terminó ahí…. “Esos Boludos de la jefatura, los mandan a ustedes, y hacen
cualquiera”, ahí se calentó el tero….que para calentarse, tardaba menos de lo
que tarda un alambre de estaño en derretirse….
Mira
Perro….lo encaró, como si el resto, no existiera… “si tenes algo que decirme me
lo decís en la jeta”; sino déjate de joder..!!!
El
perro, termino el faso eterno; lo echó al cenicero improvisado con una botella
de agua mineral, cortada por la mitad con un poco de agua para apagar el pucho
sin dejar rastros en el piso, y sin dejar que la frase llegue a su metabolismo
disparó… “vos sos un nabiza…no tengo nada que decirte”
Para
que…!!! La cosa se puso peor de lo que estaba; menos mal que se conocían, y
trabajaron juntos en la misma guardia durante 20 años…y ahí todos comprendimos
porque los separaron….no se llevaban bien los tipos.
Se
trenzaron en un duelo de palabras, que de no haber estado allí presente, no
hubiera creído si es que me lo llegaran a contar.
Se
dieron con todo. Se tiraron con verdadera artillería pesada; se reclamaron
cosas, de las cuales no había testigos para comprobar su certidumbre.-
La
discusión duró no menos de una hora; la voz era calma, sin gritos pero se
notaba que ambos sabían cómo imponerse; no supimos en verdad como salió la
contienda; no hubo un claro ganador; aunque ambos, desde luego, se quedaron con
la certeza de haber impuesto su posición.
Cuando
llegó el momento, semanas después, de responder, cuál era el diagrama adoptado
por los compañeros, se elevó la propuesta por la cual se había discutido tanto;
termino siendo las más conveniente, para todos; aún para el tío.
Eso
nos llevó a trabajar por casi cuatro meses, durante más de 12 horas, y hasta
los francos, por la cantidad de trabajo que había. Así que tuvimos tiempo para
compartir, con otros muchachos, que no relevábamos en aquellos días, y cuando
se daba la situación, comentábamos como si estuviera todavía fresca, aquella
discusión de alto voltaje.
El
tema, era, cuando coincidíamos la guardia del perro y la guardia del tero (que
era donde yo estaba). La verdad que se ponía brava la cosa. Porque si le dabas
bola a uno, el otro te miraba torcido.
En
mi caso, fui presa de ambos, que a modo de trofeo, me llevaban, cada uno por su
lado, a secretearme como era el Perro, y como era el Tero, conforme a las
versiones que uno tenía sobre el otro.-
La
consigna del código, marcaba que tenía que prestarles atención a los dos, en
total y absoluto silencio. Se sabe. La ropa sucia se lava en casa. Como en una
discusión de Familia. Claro... Cómo no iba a ser de ese modo; si uno era el Pa,
y el otro el Tío Gordo.
Patricio Massa
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